Una tarde de invierno acompañé a mi padre a saludar a una de sus novias.

Ella era la encargada de una tienda de electrodomésticos.

No recuerdo ni el antes ni el después.

Solo que, ya dentro de la tienda, entre frigoríficos, de repente me dijo:

“Tú cállate, con esa voz de subnormal que tienes”

Tenía nueve años.

Es incómodo, pero sigue leyendo.

Esto clarifica el valor que te quiero aportar.

VOZ DE SUBNORMAL

Esas tres palabras me reventaron.

Me desangraron durante años.

En citas, en reuniones, con amigos, con enemigos,

tomando cerveza o en el patio de la escuela.

Siempre que hablaba analizaba mi voz desde fuera,

como si fuese un muñeco,

un títere roto.

Nunca lograba estar presente. Aquí y ahora. En flow.

VIVIR.

Aprendí muy pronto sobre lo que le hacen las palabras a las personas.

Me habían convertido en la puta sirenita.

Con tiempo y con dolor,

logré que mi voz saliese disparada.

Fue difícil.

A veces pensé que no lo lograría.

Pero lo hice.

Logré apropiarme del poder de las palabras.

Las utilicé para escribir películas que vieron cientos de miles de personas.

Las utilicé para fundar empresas

y lograr que personas que me triplicaban la edad siguieran mi visión.

Las utilicé para retomar el vínculo con mi padre y decirle,

el día de mi boda, te quiero.

No te cuento esto para que juzgues a mi padre.

Él hizo lo que pudo con lo que tenía.

Al igual que el tuyo.

Te lo cuento porque sé que tú también tienes palabras grabadas

a fuego y sangre.

De tu padre, de tu madre, de tu hijo, de tu ex, de tu socio,

de una película, de un cliente, de un profesor.

Las palabras han cambiado el mundo y van a cambiar tu negocio.